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Noche tatuada




Fuego Indio,
por Ángel  Sergio Pinedo



Fragmentos del libro "CANTO MAYOR" (Poesía completa 2006-2010). Texto y voz: Ángel Sergio Pinedo. Musicalización: Grupo Fuego Indio (música nativa). La imágenes utilizadas pertenecen a la Web. Edición educativa. A 519 años de la invasión. El recitado fue realizado el domingo 2 de octubre de 2011, en el auditorio de DOMUS ARTIS.

1

Ésta es mi tierra, en Barro soy
el humus del silencio mineral,
casi la nada. Pero pretendo.

Entonces, lo intuyo:
Alguien me quiere nacer
-no es Prometeo, pero podría serlo;
aunque el origen coincida,
éste también es incierto-.
Y poco a poco me hago: palabro,
canto, me entrego… Me llevo.

Y en las raíces, que pretendo ser
y Soy,  ahí me invento…
En el brazo vegetal que se estira
y no se cansa, y una vez más
como joven viejo árbol y herido aún
trato de alcanzar esa mínima porción
de agua, de sangre, de tierra en cielo
que salve –sí, sí …que salve-
el resto orgánico, la sal, el dulce vino,
y en la palabra, a Horacio,
y en la elegía, el silencio al que me debo
en esta sed de todo, de celo en hierba…


Y el sorbo que me calla, ahora me despierta.
Y cada hoja se hace paladar…
Y cada rama en lodo, contorno y carne.
Y también voz.
Y más que hombre me hago humano;
y duelo un Dios que mira desde lejos
mi llanto primario,
                              el barro que soy…
 
2                       

Sí…

Hoy amanezco,  tiemblo el alba,
encuentro una palabra,  la aprieto,
resurjo, y la beso y la muerdo
y empiezo de nuevo y rasguño…
buscando alguna letra, desesperado.
Desesperado busco, a carne viva,
lastimo mis uñas con las piedras.
Entre las sombras, busco;
rasguño la tierra con demencia,
mientras me raspo los labios,
mientras la sangre corre
por mis manos, por las venas busco
el alma que busca entre piedras
con desesperación  restos de palabras,
o alguna letra que  amanezca.
Restos de pluma sangre busco,
Y muerdo la tierra con demencia.

En el delirio, busco entre la tierra,
y encuentro otra palabra, que llama,
débil, olvidada,  llena de polvo,
que alguna vez fue parte de un eclipse,
pero que hoy se renueva bajo el ala
de algún que otro elemento furioso existencial,
de fuego, agua, tierra, aire busco y busco
entre las garras de la muerte, o del testigo acaso,
que entre las piedras me dicta la palabra magullada
capaz de amanecer ese curioso ocaso atemporal
que permanece, omnipotente,  imperio siempre 
en esa voz que es ajena y es la misma; y encuentro
la fascinación de un nuevo canto que se desgarra
y que habrá de desgarrarse, entre la sangre, siempre. 


Y DIGO:

Con esa boca habrás de nombrar  venenos,
la  inconfundible batalla con el verbo.
En este mundo habrás de nombrar escombros,
habrás de nombrar…
cada caos, el polvo, cierta la humareda, la escarcha perversa,
las telarañas, la avidez de tus estigmas, retazos
de un paisaje, hierba seca, palabras que tiemblan
habrás de nombrar…
La densidad, el peso vivo o muerto de las letras 
habrás de nombrar…
en este mundo, y con esa boca, el temblor de este fuego
que nos ha castigado…


Y ENTONCES…

1

te veo llegar envuelto en la divina imprecisión de algún carruaje,
tirado por corceles de fiel nobleza estampa, con sus crines doradas
coronando sus altivas cabezas alargadas, luciendo sus animales
salvajes pechos musculosos de tanto galopar la dulce eternidad.

2

Entre la maleza, ese refugio, te escucho respirar.
La noche te reconoce,  huele tu sombra,
ese contorno donde desfilan tus falacias .

3


Viajero en la tragedia,
tus barcos ahora naufragan
(felices)
en la profundidad
(en ese torbellino)
de la muerte
de tu muerte.
Descubriendo el mundo 
que soñaste,
 y el que sufriste,
en el silencio de la niebla,
donde la rabia
y el placer
por el siniestro
se hacía carne
en la mentira
de tus regalos
de piedra.  


Y, SIN TEMORES, ME DICES…

1

Esta tierra me pertenece,  y en tanto soy su dueño, me la apropio 
y plago todos mis males en egos de hierba y sangre.

En ella lato mis dudas, mis sueños de hombre en mujer,
mis llantos de río en niño y mi clavo de agudo, en fragilidades. 

Éste es mi mundo, y en tanto lo soy y lo somos, lo arropo
y lo descoso como balón de trapo que sabe suavizar mi fiel ultraje.

Éste es mi suelo, yo soy  sus dioses, su calma, su Fe y su buen asesino.
Ésta es mi casa,
                           y en su belleza extraña, su precio, también mi cárcel.


2

Lo quiero TODO…
Ya tengo tierras, ríos, mares, mujeres siervas,
Guerra de Guerras, atuendos perlados y dulce vino…

Tengo alabanzas y tengo lágrimas. Y también Silencios
que curan el desenfreno de los excesos y me protegen
de esas voces magras que asaltan mi trono con viles consejos.
Lo tengo todo:
                         soy hombre, emperador, Dios, ciervo y lobo.
Pero no me alcanza este mundo,
                                                   no me alcanza.

3

Es que lo sé…

Dios me ha creado a imagen y semejanza;
y a los bárbaros los ha creado el diablo.

Yo lo sé, no me pregunten por qué,
pero por  alguna razón me siento “el elegido”.
Dios soy yo entonces, o al menos su extensión,
y como tal actúo, y como tal gobierno o aniquilo.
Su Voz es mía;  y mi deseo, su trazo de destino.
Mi espada, la norma del rebelde que duda de esa Biblia
que ahora son mis ojos, y de estos mismos ojos,
estoy seguro,
                       habrá de sangrar el mundo.


POR ESO...

1

si no opinan lo mismo, marchitarlos de tiempo.
Encadenarlos al Sótano del Olvido, darles la mugre
en llamas, donde un pasado de arrebato lúgubre
se ahoga en hielo y escarcha
                                              sin fundamento.

Desaparecerlos, enajenarlos de un posible mapa.
Quemar sus pensamientos, dotarlos de la nada.
Acuchillar su alma, borrar su percepción de cielo.
Desaparecerlos, ahora, ya de ya y de pleno en lleno.
No dudar de la intención en la expresión del Eclipse:
Desaparecerlos.


Y CASI SIN DARME CUENTA…

1

rabia rabida ronca estalla de fuego en fuego.
Y de espaldas y espadas, se clava en toda tierra la mía.
Guerreo, marcadas luces son, y en la ira, sangres y heridas
de los celos latidos,  juego en poder, y luego muerte por tanta
al fin por fin, de hierro en sangre es el crujir de los metales; 
de guerra, mía la alma, que rabida ronca en ronca la lava estalla.

2

Gritan los ruidos estridentes de los escudos,
el sol no sale; es un puñal que sabe en ciego
que, entre tinieblas, dibuja ahora la densa noche.
Y sin piedad, nos flagelamos, lo herimos seco
entre Yoes hermanados. Y aunque mis Otros duelan,
son mis Ningunos  los que en armas se levantan.

Hielo de muerte, fuego de solo, gimo el terror en guerra
de mi lamento todo. Y en este frío, quiebro mi cuerpo
que se deshace, certero, en el fiel silencio de mil abismos.


3

Guerreo contra Dios. Aliento ese imposible.
Y disparo mi furia
                              en esta sed de huérfano.

Hostil me entiendo, desamparado siempre,
por no entender su justicia,
si es que alguna vez existió.

Y ME PIERDO EN EL  DOLOR
PRIMARIO QUE ME DEJA EL EXTERMINIO…
HASTA QUE ESCUCHO ESA VOZ
QUE INCANSABLEMENTE  SE REPITE...


¡Madre Tierra, América India, pueblo hermano, 
perdonadme, os suplico, por traerte tanto daño!
Si por más de quinientos años,  no he sido más que un testigo
de las sangres muchas todas, que aún te siguen llagando.

Primero, sobre mis hombros, a tus costas he traído
el ardid del Hombre pálido, su simulacro de Dioses,
que a tus hijos ultrajaron, despojándolos de Todo,
pues ni tu propia maleza de aquello pudo salvarlos,
se llevaron hasta el Sol, que era tu bien más preciado.

¡Pacha mama, Hermana Mía, tanto dolor te causé
que hoy pasadas las Centurias, te lo imploro, perdonadme,
por haber sido en deidad,  por cierto, la más confiada,
por cierva, la más humana, y por tanto, la más cruel!

¡Castigadme, os  replico, si es que acaso es necesario!
Cal y espada, mundo amargo, ¡cuánto mal te provoqué!
Miné tu cielo de ausencias, de sudores, de esclavismos,
y en Virreyes de la España, a Colonias te entregué,
por los  bárbaros navíos que en mis aguas cobijé.

Muerte tras muerte, dije sí, y atropellaron tus nombres,
los innobles hombres nobles que en su voraz ambición
de Cruz cúpula y espada, en su alta humillación, peste
dieron  y desafiaron Tus ritos, desconociendo a Su Dios.

¡Madre Tierra, América India, pueblo hermano, 
insultadme, que lo imploro, por dolerte en muy de daño!
Pues soy Mar;  y vos,  la espera. Y en ella                                                                      
 te he traicionado.


Y AL ESCUCHARLA, CON SUMO ORGULLO,  LE DIGO:


Ahora que he dolido los infiernos, curo este cielo.
Y en vuelo, lo curo todo, y entonces
                                                          me curo a mí.

Yo, que en Nombre y Verso fui la Humanidad,
ahora sólo Hombre Soy
                                     y vivo y lloro mi propio Barro.

Ahora que he latido mil infiernos, me salvo Humano,
me salvo noche, y entonces,
                                               en este azul, me curo a mí.
Me curo lodo,
                        me entiendo Barro.
                                                        Me salvo.

Y SIGO LUCHANDO A PESAR DE TODO,
RESISTIENDO AGAZAPADO
EN EL ARDOR INAGOTABLE DE MI FUEGO,
MI FUEGO INDIO.


 -Ángel Sergio Pinedo, 2011-

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*Adaptación de Canto Mayor (fragmentos).


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