POESÍA


La pasión


Y otra vez el azote, el sudor frío, la furia, esa rabia
en la mano imperial que golpea con saña,
en el vacío, en la debilidad de la carne lastimada.

Y otra vez el vacío, el miedo de ser Dios, el beso, la traición,
la magna incomprensión, el Gallo, el Diablo y el Olvido,
el mismo Hombre, la misma duda existencial, la redención,
el premio y el castigo por un nombre, el elegido.

Y otra vez la espina del odio entre las sienes,
la carga más pesada, las piernas que se tuercen,
las ciegas voces tan confusas, el llanto Madre tan presente.

Y otra vez la caída, los ojos de Juan, los labios de María,
el sacrificio, el peso del madero, la cuesta más arriba.
Y otra vez el Monte, el clavo que hiere, la sangre derramada,
la sed desmedida, los pecadores, la lanza que se clava.

Y otra vez el Misterio, la noche es una hoguera, improvisada,
el templo que se rompe, la Historia que comienza, la que acaba,
la mala traducción, su oscuridad, la Historia que llora y se desangra. 
                                                                                                        
                                                                                         MENCIÓN EN POESÍA,
 en el Premio Nacional de Literatura
 TRES DE FEBRERO 2008.

Lorca

"Quiero ser poeta por los cuatro costados,
amanecido en poesía y muerto en poesía".
Federico G. Lorca



La luna tiene su dueño:
Federico, de Granada.
Romances canta a su luna,
su propia muerte le Canta.
Y un toro, que no es un toro,
intolerante lo aguarda
para acabar con los sueños
Republicanos de España.

Su sangre se llora en Bodas,
en Nueva York y una Casa.
Pinta la luna sus versos,
y los gitanos, su alma.
Aquellos bufones ciegos
no escuchan la voz que clama:
“los cuerpos desaparecen,
pero jamás las palabras”.

          MENCIÓN EN POESÍA,

 en el Premio Nacional de Literatura
 TRES DE FEBRERO 2012.


Historia de un casi poema 


Aquel pequeño poema 
ingobernable 
se me instaló una noche, 
entre la lengua áspera 
y una garganta 
                       que había olvidado 
cómo era eso de gritar palabras. 

Entonces, 
aunque no quise rabiarlo, lo rabié; 
pues su veneno se me clavó 
por todos lados. 

Y me desparramó toda la noche 
que tenía en sus entrañas, 
hasta matar ese falso silencio de luna 
que yo 
           frágilmente 
había conseguido. 

Pero no. 
Pese a todo, el muy villano 
no quiso hacerse en esa hoja, 
que lo esperaba insomne 
bajo la lámpara. 

Y se fue 
en el mismo fuego en que llegó... 

Como todo poema, 
pequeño e insignificante, 
pero furiosamente 
                            ingobernable.



      MENCIÓN EN POESÍA,
 en el Certamen de Cuento y Poesía 
EDICIONES CIRCULARES 2012.


Presencias 3


Resistir ante la cadavérica frecuencia del caos,
resistir ante el desierto, la confusa tormenta,
la deserción, la traición, el desacato...

Resistir ante el tiempo oscuro, ante el tiempo claro,
en vano, aniquilado, estérilmente descompaginado
o desmayado, resistir a pesar de y pese a todo,
sin embargo y desde luego.

Resistir a, ante, bajo, con, contra, entre y por
las difusas imágenes que nos abordaron.
Resistir eclipsado, eclipsando, para eclipsar.
Y resurgir desde el inhóspito lugar del triste estiércol.

Resistir acorazado, descalzo, amordazado,
de hecho y de derecho,
resistir como insecto, como molusco y como humano.
Resistir el temblor, la caída, la fugacidad, el viento.
Resistir la muralla, el muro y la pared ante el espejo.



Arde


Y de repente, el cielo arde como nunca; fuego en la boca.
Las horas son llamas, silencios vivos; la lengua de ceniza...
La carne pica, duele la piel, un dolor de bóveda persiste.
Vivo el temblor de algún vacío perdurable;
intuyo una constelación, la uña de una estrella
                                                                me ha tocado.




¿Qué es el fuego?


¿Es el vórtice de la tormenta que intestina desgarra
el azul del niño del almita que fui?
¿Es esta noche? ¿Es este “Ay, cómo duele la noche”
que, en su doler de espina de noche en la boca, me ciela?
¿Fuego, dije? Y a llanto de carne y piel desecha, grito: “¡Fuego!”
 Y desde del surco más agudo de mis venas, grito arañando
el ardor de esta voz que se desgarra: “Fuego el eclipse, hoy te parí”.




La Fuerza


La
luna lloraba la noche,
de universos temblaba una cara.
Amiedadamente la soledad
le golpeaba el poblado brillo, sus ojos
que anudados de silencio en sus labios
se apretaban en el no pensar de las terrazas.

Quien la vio, supo que eso no era un cuadro,
sumergido en los espejismos de un ayer cualquiera,
sino el hoy de los muchos rostros, mujer
que se hace de fuerte y en lágrima de sola
se anima a sí misma
                           en su propia curva
lo sabe:
           el vacío puede las cosas.
Pero en su resistencia, ella también sabrá
dejarle en la imprecisión de sus dientes
 y a furor de uñas
                        la dignidad
de sus propias marcas.




Arte poética


Cuadernos de Mí, borradores de Tú
desperdigados por toda la casa.
Montoncitos de rayas, tachaduras
y palabras que dicen o no dicen,
que se me suben por el ombligo
haciéndome cosquillas por los lados
de ese afuera que intempestivo me puede;
o por las sinuosidades del adentro,
que sorpresivo me alcanza en los labios
de los dedos. Esos mismos dedos
que se pierden en la boca de mi mano
que escribe en silencio los aciertos
 y desaciertos de algún que otro poema,
 y decenas de esbeltas y sublimes Nadas.




Instantes 10



Elegía, huésped de la noche, desgarro de luna

que se clava en mi canto...
Bebe de mi sangre, no dejes ni una gota
y déjame temblando, desnudo, justo ahí...
En el filo del alba.




Ego


Yo, soy también ese vino que llora en la lengua.
Y en la boca húmeda, este Canto de Barro que tiembla
una palabra en un nido de palabras huérfanas, los restos
de un poema que no ha dejado de latir su propia espera,
revolviendo, e intentando cantar sólo retazos de silencios.

Y en los despojos de estos ojos ya vencidos de soledades y mieles,

me entiendo de fiebre; y en mi rabia de rabia, en delirio y de Fuego.
Y en mis manos de sangre, soy también esa tinta de labio en el verso.

Yo que ahora soy Yo en este cuerpo de Hierba, salvo el Eclipse...

Yo -el Padre, el Amante, el Hijo, el Amigo y el Hermano-, me salvo...
Me curo en el Barro que toca mi alma porque me entiendo Humano.
Y piso de nuevo esta tierra fría con mis pies desnudos. Y vuelvo.

En el camino, me reconozco en el rostro de un reflejo, y no avergüenzo.

Porque he purgado, y ya no temo- al menos por ahora- decir quién soy.
Porque no he sabido Ser, ni seré más que esto:
                                                                    Un poema inconcluso
Y en mi Barro de Lodo,
                                    la misma eterna Utopía.





Caelum 3



Solo de Lunas, “enluno”

y caigo en el abismo de un satélite preciso.
Respiro noche, besando el infinito.
Descubro un cráter, doliendo su profundidad.
Y en el remanso pardo, siento, en pugna Vivo;
desgarro en sombras, solo. Alivio.
Y un hueco que ahora es mío,
                                             Late.




Gelmariano 1              

Del poema, nada. Llega, tiembla.
Y raspa un fósforo apagado. 

   Juan Gelman, ¿Qué se sabe?Mundar  





Moridos los rostros, sombreo silencios.
Alunizo el mundo, corporizo cielos...
Lamiendo palabras, amanezco el puedo.
Fuegueando la boca, amortizo el miedo;
friego bien letras, a secar las cuelgo.
En el agua quedan convenciones, creo
que hay tango, escucho lo todavía,
al menos reconozco la oscura melodía,
que silba esa agotada golondrina...
 justo detrás
                  de enorme la puerta.




A todos


A todos los poemas que fui,
si es que fui uno o varios poemas;
a todas mis muertes,
si alguna vez nací;
a todas mis glorias,
si alguna vez fui un Dios;
a todos mis pecados,
si alguna vez fui humano,
demonio o angelical o angelizado;
a todas mis ruinas,
si es que acaso construí;
a todo el silencio,
si es que alguna vez he hablado,
o fui música, tal vez, pasado;
a toda la carne, al cuerpo
del alma, si fui o no fue así;
a todo el Amor y a todo el Odio;
a todas las manos que me esperan,
si es que todavía hay manos
que quieren rozar mis yemas;
a todos los mundos que he soñado;
a todos los ojos, a todos los labios...
regalo mi sangre,
si es que acaso he sangrado;
y este cáliz,
si es que alguien tiene sed...
Esta resurrección,
este amanecer y este ocaso,
este temblar el tiempo,
                         este sudor de páginas.




                                                                                        

Ángel Sergio Pinedo
 
-DERECHOS RESERVADOS-

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